Promover una recuperación centrada en el empleo

La crisis financiera mundial ha dado lugar al nivel más alto de desempleo registrado hasta la fecha: 210 millones de personas. Tal situación ha elevado la preocupación que existía previamente a escala internacional respecto a la incapacidad de la economía mundial para generar suficientes oportunidades de trabajo decente en todos los países.

La crisis financiera mundial ha dado lugar al nivel más alto de desempleo registrado hasta la fecha: 210 millones de personas. Tal situación ha elevado la preocupación que existía previamente a escala internacional respecto a la incapacidad de la economía mundial para generar suficientes oportunidades de trabajo decente en todos los países.

Por desgracia, el desempleo oficial representa únicamente la punta del iceberg. Son millones los que trabajan en condiciones de pobreza. Muchos hombres y mujeres desarrollan su actividad a tiempo parcial, cuando en realidad desean un puesto a tiempo completo. Abundan asimismo los que, sencillamente, se sienten demasiado desanimados para seguir buscando empleo. La mitad de la población activa mundial se encuentra inmersa en diversas formas de empleo vulnerable. Y cuatro de cada cinco personas carecen de acceso a una protección social básica.

Por otra parte, en torno a 45 millones de jóvenes acceden al mercado de trabajo cada año. Nuestro informe de 2010 sobre las Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil señala que, de unos 620 millones de jóvenes económicamente activos, de edades comprendidas entre los 15 y los 24 años, 81 millones se encontraban desempleados a finales de 2009, lo que supone una cifra sin precedentes, que supera en 7,8 millones a la registrada a escala mundial en 2007. La tasa de desempleo juvenil se elevó del 11,9% en 2007, al 13,0% en 2009.

El informe advierte acertadamente del “riesgo de que la crisis legue una ‘generación perdida’ integrada por los jóvenes que han acabado abandonando el mercado laboral, tras perder toda esperanza de poder trabajar para ganarse la vida dignamente”.

A pesar de este sombrío panorama, derivado fundamentalmente de una globalización desequilibrada que ha avanzado en la dirección errónea, pueden apreciarse ahora ciertos signos de una frágil recuperación. Sin embargo, para millones de personas y empresas de todo el mundo, la crisis dista mucho de haber terminado. Hemos de concentrarnos en una estrategia de crecimiento centrado en el empleo como prioridad fundamental. De lo contrario, puede que la recuperación económica tarde años en alcanzar a aquéllos que más la necesitan, o incluso que nunca llegue a beneficiarles.

Vincular las políticas a la economía real

No podemos permitir que eso suceda. Debemos conectar nuestras políticas con la economía real, con las legítimas aspiraciones de la población a disponer de una opción razonable de obtener un trabajo decente.

Por tal motivo, el pasado mes de septiembre en Oslo organizamos la Conferencia de la OIT y el FMI. El evento reunió a Dominique Strauss-Kahn, Director Gerente del FMI, a Juan Somavia, Director General de la OIT, a un grupo de líderes mundiales, a altos representantes de las organizaciones sindicales y patronales, y a diversos participantes procedentes del ámbito académico. ¿El objetivo? Abordar inquietudes inmediatas, pero también contribuir a la construcción del tipo de futuro que necesitamos. Se trataba de remediar desequilibrios pasados, de manera que podamos alcanzar un crecimiento sostenible, equilibrado y, sobre todo, inclusivo.

La Conferencia fue un acto significativo porque tuvo lugar en un momento en el que la recuperación económica no se traduce en creación de puestos de trabajo. Gobiernos, pero también trabajadores y empresas de todo el mundo, se preguntan qué se puede hacer para reducir el coste humano de la crisis del empleo.

También fue un evento significativo porque tuvimos la oportunidad de escuchar de primera mano a los líderes de tres países (Grecia, España y Liberia) que se han visto gravemente afectados por la crisis, y que aplican medidas valientes e innovadoras para paliar sus efectos. En cualquier caso, su especial relevancia se derivó del hecho de que fue la primera ocasión en 66 años en que la OIT y el FMI ampliaron sus respectivos puntos de mira con el fin de determinar la mejor manera de colaborar para resolver problemas de gran complejidad.

“Riesgo de que la crisis legue una ‘generación perdida’ integrada por los jóvenes que han acabado abandonando el mercado laboral, tras perder toda esperanza de poder trabajar para ganarse la vida dignamente”

El mensaje principal fue que la creación de empleo ha de situarse como elemento nuclear de la recuperación económica. De hecho, se convino en términos generales en que el pleno empleo debe convertirse en un objetivo macroeconómico fundamental, junto al mantenimiento de una baja inflación y unas cuentas fiscales saneadas.

Otra conclusión de gran relevancia, y relacionada con lo anterior, alude a la necesidad de dejar de tratar las políticas sociales y de empleo al margen de los asuntos macroeconómicos. La complejidad de la economía globalizada exige tal planteamiento. Necesitamos una coordinación mejor, y de mayor calado, entre las políticas, así como entre las instituciones y naciones. La Conferencia supuso un importante paso adelante en esa dirección.

Como resultado de la Conferencia, la OIT y el FMI han convenido en colaborar en dos áreas específicas. En primer lugar, sopesaremos la idea de establecer un nivel mínimo de protección social para los más vulnerables en todos los países. Se trata de un concepto en el que han estado trabajando las Naciones Unidas en general, y la OIT en particular. La intención ahora es incorporar a la ecuación los conocimientos técnicos fiscales del FMI. En segundo lugar, otorgaremos una mayor prioridad a las políticas de crecimiento centradas en el empleo, y colaboraremos más estrechamente en su formulación.

Por otra parte, se obtuvo un acuerdo generalizado respecto al papel primordial que desempeña el diálogo social en tiempos de crisis, como vía hacia la consecución del consenso respecto a asuntos difíciles, y como medio de garantizar que se tengan plenamente en cuenta las consecuencias sociales y de otra índole de la crisis. Por último, ambas instituciones mantendrán y profundizarán su cooperación en apoyo del G20 y su Proceso de Evaluación Recíproca, con el fin de asegurar la obtención de un crecimiento mundial sólido, sostenido y equilibrado.

¿Y después de la Conferencia de la OIT y el FMI en Oslo?

Aunque el FMI y la OIT tienen mandatos e instrumentos de política diferentes, hemos aunado esfuerzos para abordar los retos del crecimiento, el empleo y la cohesión social.

Es éste un proceso que comenzó cuando Dominique Strauss-Kahn, Director Gerente del FMI, visitó el Consejo de Administración de la OIT en marzo de 2009, y continuó en las semanas y los meses posteriores, cuando participamos en la Cumbre de los Objetivos de Desarrollo del Milenio en Nueva York y en la reunión de noviembre del G20 en Seúl.

El Director Gerente ha aceptado asimismo pronunciar un discurso ante la Conferencia Internacional del Trabajo el próximo año. En cualquier caso, lo más importante es que esta Conferencia nos ha mostrado la necesidad de comenzar a colaborar más estrechamente sobre cuestiones que son demasiado complejas para ser analizadas desde un único punto de vista.

Hemos de abordar el aumento de las desigualdades, la expansión de la economía informal, los modelos de crecimiento con una débil generación de empleo, la mejora de la productividad que no se acompaña de una subida de los salarios, la ausencia de una protección social básica, y muchas otras deficiencias. Nuestra reunión en Oslo ha facilitado la definición de los pasos que debemos dar para reintegrar a millones de personas a la población activa. Afrontar la crisis del empleo no sólo es fundamental para propiciar una recuperación económica mundial significativa, sino también para la cohesión social y la paz.

El Programa de Trabajo Decente de la OIT constituye una fuente de dignidad personal. Estabilidad de las familias y los hogares. Paz en la comunidad. Confianza en el gobierno y las empresas, y credibilidad general de las instituciones que rigen nuestras sociedades. La mano de obra es mucho más que un mero coste de producción. La sencilla aspiración a disponer de una opción razonable de obtener un trabajo decente ocupa un lugar prioritario en la agenda de acción política, por encima de las encuestas de opinión.

El reto ahora consiste en mantener el impulso generado en la Conferencia de Oslo. La reciente Cumbre del G20 en Seúl confirmó que la creación de puestos de trabajo de calidad debe ocupar un lugar central en el proceso de recuperación económica mundial. Insto al G20 a implementar tal compromiso, y prometo la cooperación plena de la OIT.

La equidad ha se ser la brújula que nos guíe para salir de la crisis. Las personas son capaces de comprender y aceptar elecciones difíciles si perciben que todos comparten la carga del sacrificio. Los gobiernos no deben verse obligados a elegir entre las demandas de los mercados financieros y las necesidades de sus ciudadanos. La estabilidad financiera y social deber ir de la mano. De lo contrario, no sólo la economía mundial, sino también la cohesión social correrá peligro.

por Juan Somavia, Director General de la OIT