La lista inagotable de revelaciones a que han dado lugar diferentes campañas en todo el mundo es un importante recordatorio de la violencia y el acoso que sufren millones de mujeres en su vida activa al cobrar su salario, al intentar avanzar en su carrera profesional o simplemente para alimentar a sus familias.

Hoy debemos centrarnos en lo que el mundo puede y debe hacer para acabar con la violencia y el acoso contra todos los trabajadores, mujeres y hombres. Con escasas excepciones, durante mucho tiempo se ha hecho muy poco para acabar con la cultura de la impunidad y la cultura del silencio.

Es hora de enviar un mensaje claro de que la violencia y el acoso son inaceptables, de que no deben verse como algo normal en nuestra vida activa. Es fundamental promover una cultura de igualdad y no discriminación en el lugar de trabajo. También es esencial proporcionar a todos los trabajadores un espacio seguro donde puedan expresar sus inquietudes y asumir un papel activo en la búsqueda de soluciones.

Ningún grupo de trabajadores debe ser excluido de la campaña para acabar con la violencia y el acoso. Debemos llegar a los trabajadores agrícolas y de las fábricas, a los trabajadores migrantes y domésticos, a todos los que trabajan en lugares escondidos o que son encerrados en el trabajo. También quisiéramos recordar que las mujeres no son un grupo homogéneo y que debemos dar visibilidad a las experiencias de las mujeres con discapacidad, las lesbianas, bisexuales, transexuales y las mujeres que viven con el VIH.

La prevención es vital, así como la adopción de medidas eficaces para prestar apoyo y servicios a las víctimas. Los ministerios, los responsables de la formulación de políticas, los empleadores y los trabajadores y sus organizaciones, entre otros, deben desempeñar un papel importante.

En este contexto, la OIT está elaborando un marco internacional para acabar con la violencia y el acoso en el mundo del trabajo, que se discutirá durante la reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT en junio de 2018. Se trata de un proceso que debe basarse en experiencias reales de violencia y acoso, y en enfoques eficaces para combatirlas.

No excluir a nadie significa acabar con todas las formas de violencia y acoso contra las mujeres. El mundo del trabajo debe ocupar un lugar central en esta iniciativa, y la OIT está dispuesta a asumir el papel que le corresponde.